LA VERDAD "Cuenta la leyenda, que un día la verdad y la mentira se cruzaron.
-Buen día. Dijo la mentira. -Buenos días. Contestó la verdad. -Hermoso día. Dijo
la mentira. Entonces la verdad se asomó para ver si era cierto. Lo era. -Hermoso
día. Dijo entonces la verdad. -Aún más hermoso está el lago. Dijo la mentira.
Entonces la verdad miró hacia el lago y vio que la mentira decía la verdad y
asintió. Corrió la mentira hacia el agua y dijo... -El agua está aún más
hermosa. Nademos. La verdad tocó el agua con sus dedos y realmente estaba
hermosa y confió en la mentira. Ambas se sacaron las ropas y nadaron tranquilas.
Un rato después salió la mentira, se vistió con las ropas de la verdad y se fue.
La verdad, incapaz de vestirse con las ropas de la mentira comenzó a caminar sin
ropas y todos se horrorizaban al verla. Es así como aún hoy en día la gente
prefiere aceptar la mentira disfrazada de verdad y no la verdad al desnudo."
Jean-Léon Gerôme, 1896
Mencía no sonreía”
Mencía no sonreía”, dice su madre, Isabel Lanvín. “Aunque era mi primer hijo, enseguida me di cuenta de que algo andaba mal”, reconoce. Tan solo tenía un mes de vida. Los bebés de su edad sonríen pero el gesto de su niña seguía perdido. Pronto empezó a rechazar la comida. “Era un llanto desesperado, de irritación extrema”, recuerda. Hubo que ingresarla. Tras dos meses y medio de hospitalización en el Sant Joan de Déu de Barcelona, Mencía era como “una muñequita de trapo. No respondía a ningún estímulo”. Le dieron el alta y un precipicio de dudas. “No tenemos ni idea de lo que tiene y es probable que no lleguemos a saberlo nunca”. Fueron las palabras que desesperaron a Isabel, que puntualiza: “Los niños suelen morir antes de que se sepa qué tienen”. Esta madre, fuerte como una leona, prometió a su hija: “Si tú sonríes, yo te curo”. A los 9 meses, tras un tratamiento con corticoides para paliar algunos síntomas en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore, en Estados Unidos, Mencía la...
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